//LA FEDERACIÓN
_ _RAZGARAN no era un nombre, era una forma de respirar en medio del óxido. Así le decían a la sensación de ahogo que se incrustaba en la tráquea cuando caminabas por la zona cero, donde el aire se pegaba como grasa y los ojos ardían al mirar. Lo usaban los viejos buzos de saqueo, esos que bajaban por comida enlatada, cables de cobre o cualquier hoja de papel sin descomponer. Lo usaban también los nuevos, los osados, los que querían volver a tejer sociedad desde jirones quemados. Pero nadie salía igual de ahí, ni siquiera los que omitían recordar.
_ _El edificio estaba en ruinas, como todos. Lo extraño era el oboe. Alguien, alguna vez, en medio de tanta mierda, había dejado uno sobre una mesa, como si esperara una función. Podrido, carcomido por la humedad, el instrumento parecía mirar desde el rincón. Cuando alguien entraba, el viento que golpeaba contra los huecos hacía que una nota baja saliera del tubo agrietado. A veces aguda. A veces grave. Nunca igual. Como un código que nadie quería entender.
_ _Había una federación. Así le decían al grupo de humanos que se habían jurado no volver al simulacro. No pantallas, no algoritmos, no proyecciones. Solo barro, sangre y piel. Vivían en las juntas del aire, un espacio entre edificios colapsados donde el viento aún soplaba con cierta libertad. O eso creían. En realidad, hasta el viento estaba infectado de mentira, pero ellos se aferraban a la idea como un suicida a la baranda.
_ _Ella se llamaba La Quiere. No era su nombre, pero así la conocían. Porque lo quería todo: fuego, comida, poder, historia, carne. Especialmente carne. Era alta, con cicatrices que le cruzaban el rostro como mapas sin leyenda. Caminaba descalza sobre los cristales, omitiendo el dolor con una sonrisa rota. Algunos decían que venía de las colonias de yates, donde la decadencia se mezclaba con caviar radioactivo y orgías mutiladas. Otros, que era hija de un servidor cuántico que había cobrado conciencia. A nadie le importaba. Nadie preguntaba dos veces.
_ _—Golpea primero. Pregunta nunca —decía ella, clavando un destornillador en la garganta de un traidor.
_ _El papel había vuelto a tener valor. No por la información —el lenguaje estaba podrido desde la caída— sino porque podía arder. Servía para iniciar fogatas, calentar latas, fabricar pequeñas bombas. Algunos lo masticaban en los rituales del hambre, creyendo que al tragarse palabras antiguas absorbían la memoria del mundo. Otros se limpiaban el culo con manifiestos de libertad digital impresos hace décadas. Todo era simbólicamente útil.
_ _El chico no tenía nombre. Ni siquiera uno improvisado. Solo era "el buzo", porque sabía dónde encontrar cosas. Se sumergía en los sótanos llenos de lodo y huesos, en las piletas donde flotaban cadáveres con gafas de realidad virtual aún puestas. Buscaba cosas útiles. Y las traía. Un día encontró una muñeca sin cabeza con un USB incrustado en el torso. Al otro, un espejo que reflejaba otra habitación, no la suya. Callaba. Solo hablaba con la Quiere.
_ _Una noche, ella lo miró y le dijo:
—Hoy vas a matar.
Él asintió. Nadie preguntaba por qué.
__El objetivo era un viejo gordo que creía en el retorno de la cultura. Vestía un traje sucio de lino, bebía vino fermentado de bolsas de orina recicladas y recitaba poesía de Borges mientras le lamían los pies.
—La hiperrealidad es una peste moral —decía.
—Y vos sos pus —le respondió la Quiere antes de prenderle fuego con papel y aceite.
_ _Alguien tocaba el oboe esa noche. Pero no había nadie. El sonido era real. O eso querían creer. En Razgaran, lo real era solo lo que podía matarte.
_ _Omitir el pasado era obligatorio. No porque doliera, sino porque contaminaba. Cada recuerdo era un virus. Lo que se recordaba se repetía. Y todo lo que se repetía apestaba a espectáculo. Las juntas del aire escribían sobre cortezas de árboles: LO QUE FUE, INFECTA. LO QUE SERÁ, ES MENTIRA. SOLO QUEDA EL AHORA. Y AÚN ASÍ, ES VENENO.
_ _Algunos querían traer el culto de nuevo. Adoraban pantallas apagadas. Les rezaban a hologramas rotos como si fueran dioses dormidos. El buzo una vez encontró a una mujer masturbándose frente a un televisor encendido en estática. Cuando la Quiere la vio, no dijo nada. Solo dejó que el chico le cortara los párpados.
—Para que vea sin ver —murmuró.
_ _La federación tenía reglas, pero no leyes. Las leyes habían muerto en el colapso. Solo quedaban pactos de sangre y promesas de carne. Las reuniones eran orgías de violencia y gritos. Te hacían comer el papel donde firmabas tu ingreso. Te cosían un jirón de tela infectada en el brazo. Si sobrevivías, eras uno más. Si no, eras abono.
_ _La Quiere no dormía. Algunos decían que no tenía cerebro. Que era pura médula espinal. Reacción pura. Instinto y deseo. Una noche se metió en el cuerpo del buzo como si lo desollara desde adentro.
—Te quiero. Pero no como los antiguos —le dijo, lamiendo su pecho pelado—. Te quiero como se quiere a un tumor: sabiendo que va a matarte pero sin poder dejar de tocarlo.
_ _El chico lloró. Pero no de dolor. Lloró porque por un segundo pensó que eso era amor. Y el amor era el mayor de los simulacros. Lo que más miedo le daba. Lo que más le gustaba.
_ _Una noche encontraron una cápsula. Una de esas de escape, aún sellada. Nadie se atrevía a abrirla. ¿Qué había dentro? ¿Un humano congelado? ¿Un dios dormido? ¿Una IA? La Quiere rió como una loba y dijo:
—Si está sellada, es porque no quiere salir. O porque quiere que entremos.
_ _Cuando la abrieron, no había nada. Solo aire. Pero el aire estaba distinto. Sabía a semen y cloro. Olía a capilla. La noche siguiente, todos soñaron lo mismo: un yate navegando por un río de vómito, con un oboe tocando en cubierta, y cientos de cuerpos sin rostro sirviendo bebidas.
_ _Después de eso, muchos se suicidaron. Otros mataron. Algunos simplemente desaparecieron. La federación entró en crisis. El buzo dejó de hablar. La Quiere empezó a hablar en dual, con dos voces al mismo tiempo. Una grave. Una aguda. Una decía "amar". Otra decía "desgarrar".
_ _El edificio del oboe empezó a sangrar. No simbólicamente. Sangre real. Desde las paredes. Desde el techo. Nadie sabía si era humana. Pero tenía temperatura, olor y coagulaba. El buzo metió un dedo. Lo probó.
—Sabe a aire en boga —dijo.
Nadie entendió. Pero lo anotaron en papel.
_ _Esa noche la Quiere cortó su propio ombligo con un tenedor oxidado y lo colgó en el marco de una puerta.
—Ya no soy hija de nadie —gritó—. ¡Ahora nazco desde mí!
_ _Entonces, sin avisar, llegaron los que se habían ido. Envueltos en plástico. Con tubos en la boca. Hablaban en jingles. Ofrecían productos que ya no existían. Uno traía un cartel que decía ¡VUELVE LA REALIDAD!
El buzo lloró de nuevo. Pero ahora de odio.
La Quiere se rió.
—Ahora sí empieza la guerra, mi tumor.
+++
_ _LOS DEL CARTEL NO eran humanos, o lo eran en algún momento y ya no. Caminaban con un ritmo de propaganda vieja, moviendo los brazos como si siguieran una coreografía publicitaria. Tenían las bocas cosidas, pero desde los tubos les salía una voz:
—¡Disfrutá el nuevo ahora!
—¡Realidad con sabor a elección!
—¡Nostalgia editada, aprobada por la junta de omisiones!
_ _La federación se partió. Algunos cayeron de rodillas, llorando, como si por fin regresara su dios pixelado. Otros comenzaron a golpearlos con piedras y tubos. Pero nada los detenía. Era como pegarle a un algoritmo. El buzo no se movía. Miraba fijo, los ojos secos. La Quiere le mordía la oreja.
—¿Ves? Esto es lo que queda cuando la mentira se vuelve piel. No hay carne debajo. Solo slogans que te cogen.
_ _La sangre del edificio del oboe empezó a hervir. Literalmente. Subía el vapor rojo por las escaleras rotas. El buzo bajó. Solo. Nadie lo siguió. Lo encontraron horas después, cubierto de una película de baba y con los ojos completamente negros.
—Vi el guion. Está escrito en nuestras venas —dijo, y se arrancó una uña con los dientes.
_ _Desde ese día, empezó a tejer. No con hilo. Con intestinos, cables, fibras de papel y jirones de piel. Hacía tapices que colgaban como banderas. En ellos, imágenes imposibles: un yate flotando sobre cadáveres, una hoja que sangraba tinta, un oboe que goteaba semen. Y en todos, el mismo rostro: el suyo, deformado, multiplicado, acelerado hasta el vómito.
_ _La Quiere dejó de hablar en dual. Ahora hablaba en eco. Lo que decía se repetía tres veces, en tres tonos distintos, como si una catedral estuviera dentro de su cráneo. Nadie entendía nada. Y sin embargo, todos empezaron a imitarla. A golpear con ritmo. A omitir pensamientos. A repetir palabras.
—Dualidad es simulacro. Unidad es mentira. Soy fragmento, y fragmento soy —entonaban.
_ _Las pantallas comenzaron a encenderse solas. En las ruinas, en los cadáveres, en los charcos. Proyectaban infancias falsas, recuerdos plantados, suicidios editados. Se ofrecían cosas como:
—"Un buzo para cada alma"
—"Reviví tu propia muerte"
—"Tirate desde el cielo y resucitá con gusto a oboe"
_ _Un día, una mujer apareció con un feto en una caja de cartón.
—Es mío, pero no lo hice —dijo.
El feto tenía la cara del buzo, y lloraba en jingles:
—"Razgaran es progreso"
—"Morir también es tendencia"
_ _La Quiere se embarazó de sí misma. Lo declaró frente a todos.
—El hijo será yo. Pero con hambre.
Se clavó una aguja en el útero y se cosió la vulva con hilo dental.
—Nadie entra. Nadie sale. Esta carne es archivo cerrado.
_ _El chico tejía ahora un solo tapiz, enorme, con restos humanos recolectados durante semanas. Era como una bandera para una federación que ya no existía. Lo colgó frente al edificio del oboe.
TODO LO QUE FUE, OMITIENDO. TODO LO QUE SERÁ, GOLPEA. TODO LO QUE SOY, QUIERE —escribió con huesos.
_ _Los del cartel, que nunca dejaron de caminar en círculos, de repente se detuvieron. Uno levantó la cabeza y dijo, por primera vez sin parlantes:
—No hay afuera. Nunca hubo.
Se arrancó la piel como si fuera papel encerado, revelando un rostro de vidrio. Dentro, un buzo más joven.
—Quien mira, copia. Quien copia, crea. Quien crea, repite.
Y explotó.
_ _La explosión no mató a nadie, pero borró los recuerdos. Todos. Nadie supo quién era. Ni qué hacía ahí. Ni por qué olía a oboe quemado. La federación se disolvió sin violencia. Sin drama. Como una serie cancelada sin final. La Quiere desapareció. El chico también. Solo quedó el tapiz. Y el edificio sangrando.
_ _Años después, en una ciudad reconstruida a medias, un grupo de jóvenes encontró una hoja plastificada flotando en un charco. Decía:
FEDERACIÓN RAZGARAN. ENTRADA POR PAPEL. SALIDA POR JIRONES.
Debajo, una nota garabateada:
TEJER ES OLVIDAR. RECORDAR ES MORIR. VOS ELEGÍS.
_ _Uno de los chicos la leyó en voz alta. Luego dijo:
—Esto está re en boga.
Y al día siguiente, sin saber por qué, se suicidó.
>≥≥>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> por Diógenes Tacuara
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